El Dr. Daniel Cabrera, es egresado de la Escuela de Ciencias de la Información y actualmente Adjunto a cargo de la Titularidad de Teorías Sociológicas II (los contemporáneos) en la vecina escuela.
http://www.razonypalabra.org.mx/index1.html
México
Agosto 27, 2015
La educación en el camino de las nuevas tecnologías
Por Daniel Cabrera
Número 59
Las relaciones
entre nuevas tecnologías de la información y la comunicación y la educación,
a riesgo de ser simplista, podrían agruparse en tres perspectivas1:
En
relación a la primera cuestión, es necesario reconocer que las nuevas
tecnologías juegan un importante papel para facilitar la enseñanza, hacerla
más divertida, participativa, etc. En este caso, se suscitan preguntas del
tipo ¿qué aparatos usar?, ¿cómo usarlos?, ¿con quiénes?, ¿con qué contenidos?
Las reflexiones en este sentido se ocupan de los procesos de introducción de
técnicas, los resultados de tal proceso, etc. En todo caso suele considerarse
que los aparatos deben ayudar a responder mejor a los objetivos planteados
por el propio sistema educativo.
En la segunda
perspectiva, la educación se ocupa de preparar a los individuos para que
trabajen de la mejor manera y sacando el máximo partido a las tecnologías en
los diferentes ámbitos de la vida social, por ejemplo, el cine, la
televisión, el diseño (gráfico, multimedia, industrial, etc.) y un larga
lista de actividades profesionales que directa o indirectamente se relacionan
con procesos mediados tecnológicamente. ¿Cómo hacer un diseño, un texto, un
multimedia, etc. con tal o cual programa informático? ¿Cómo utilizar
determinados aparatos? etc. En este sentido es la educación la que
debe responder a los objetivos planteados por la realidad laboral, económica
y social transformadas por las tecnologías.
En
ambos casos las tecnologías cambian a la educación, pero al hacerlo, no sólo
producen cambios en la educación, sino también cambios en la sociedad. Lo que
aquí se quiere destacar es que el sistema educativo no sólo tiene que enseñar
las nuevas tecnologías, no sólo debe seguir enseñando materias a través de las
nuevas tecnologías sino que también tiene que ir más allá de la enseñanza de
las nuevas tecnologías y de la enseñanza a través de ellas. Porque en ambas
perspectivas la educación se pone en el camino de las nuevas tecnologías, son
ellas las que indican no sólo rumbos -qué se puede o no se puede hacer y,
cuál es la manera de hacerse con esas posibilidades- sino, lo que es
verdaderamente preocupante, impone destinos -objetivos y fines a alcanzar-.
En este
texto me interesa destacar que lo que se haga con ellas o lo que
suceda a través de las tecnologías en la educación constituye en sí
mismo una respuesta del sistema educativo para adaptarse a la sociedad y
hacer de sus alumnos individuos mejor preparados para la producción económica
y cultural. Esto supone una confusión entre el curso de la acción humana y
sus fines donde la libertad se reduce a la capacidad de adaptación a una
"situación" o "realidad" definida previamente. La
libertad se convierte, entonces, en la capacidad de elegir los mejores medios
para conseguir los fines propuestos antes de toda posibilidad de
cuestionamiento.
Aquí no
me referiré al uso pedagógico de las nuevas tecnologías ni a la enseñanza de
las nuevas tecnologías aunque se tratan de dos áreas fundamentales en la
reflexión y la práctica educativa. No se intentará responder a cómo tiene que
cambiar la enseñanza para acoger las nuevas tecnologías ni para adaptarse a
los nuevos procesos económicos y laborales, sino aceptar el reto de pensar la
sociedad tecnológica que se instituye en y a través de la
educación y de las posibilidades de ejercer la libertad y la creatividad, no
sólo tecnológico sino, sobre todo, antropológica y social.
Éste es
la tercera perspectiva de análisis: pensar las nuevas tecnologías y las
prácticas educativas como parte de procesos de institución de la sociedad
contemporánea como sociedad de la información. Se trata entonces de una
pregunta filosófica y política de la que dependen las evaluaciones de las
prácticas educativas y que implica reflexionar para no confundir el curso de
la acción con sus fines y objetivos; ni el rumbo con el destino.
Dicho
de otra manera, la mayoría de los enfoques de educación y nuevas tecnologías
pueden agruparse en las dos primeras perspectivas. En ellas la educación se
cruza en el camino de las nuevas tecnologías, se trata de hacer pensable otro
rumbo en el que las nuevas tecnologías se pongan en el camino señalado por la
educación. El análisis que se propone aquí es un primer intento para regresar
a las dos primeras perspectivas desde otra mirada y otro aliento.
Experiencias
educativas y sociedad contemporánea
La
pregunta señalada no sólo se refiere a la educación como una práctica
pedagógica, sino que es más general: ¿cómo valorar ética y políticamente las
nuevas tecnologías de la información y la comunicación?
Las
posibilidades y valoraciones positivas inundan el discurso público de los
libros de moda, los periódicos, los comentarios políticos y económicos. Sin
embargo, en esos mismos discursos los riesgos se esconden o arrinconan como
imposturas descabelladas o inviables, como consecuencias no probadas, como
frenos innecesarios al progreso, etc. Estos discursos aprovechan el tirón que
les da los efectos "positivos" inmediatos (sencillez en las operaciones,
eficacia en los resultados, prioridad de lo entretenido, etc.) frente a lo no
probado de sus efectos negativos en la experiencia diaria. Dicho de otra
manera, como nada malo es seguro y los efectos positivos son inmediatos hay
que utilizarlas. El imperativo se convierte en algo obvio que todo hombre de
acción que quiera el progreso (empresario, profesional, político) comprende
inmediatamente.
No
obstante, las cosas no son tan así porque a pesar de todo hay una amplia
literatura sobre los riesgos y amenazas que tiene las más diversas formas:
desde el tratado filosófico hasta la literatura o el cine. Podemos agrupar
esas amenazas potenciales de las nuevas tecnologías de la información y la
comunicación en tres tipos (Rheingold 2004:211-227):
¿Qué
actitud tomar entonces frente al fenómeno de las nuevas tecnologías? A pesar
de sus posibles peligros, su uso en la educación hace pensar mucho, dados
algunos de sus buenos resultados. Algo similar inquieta cuando se considera
el uso de las nuevas tecnologías por diversos grupos políticos críticos, como
es el caso de los movimientos antiglobalización y altermundistas o antes el
zapatismo, o también las manifestaciones ciudadanas del 13 de marzo de 2004
en Madrid o la movilizaciones de noviembre de 2005 de los jóvenes franceses,
entre muchos otros.
Estamos
así ante una situación en la que no es posible ni la celebración eufórica de
nuevas posibilidades, ni la condena simplista, ni tampoco el "puro"
uso instrumental. La valoración de las nuevas tecnologías nos enfrenta a una
situación compleja en la que es imposible aceptar la acción ciega que el
propio artefacto parece proponer cuando se lo considera como un medio sin un
fin predeterminado.
Al tema
de qué actitud asumir ante el fenómeno de la técnica se lo suele calificar,
según una oposición decimonónica, como optimismo versus pesimismo (Maldonado
2002: 285). Las imágenes de ello fueron la locomotora y la electricidad. Sin
embargo, desde la década de los 90 del siglo pasado, la técnica que concentra
la imaginación de los diferentes actores sociales son las nuevas tecnologías
de la información y la comunicación. Ante ellas se vuelve a hablar de
tecnofilia y tecnofobia, retomando la oposición entre optimismo y pesimismo,
como problema esencial en la consideración de las tecnologías; posiciones
que, incluso, se califican, respectivamente, como propias de la derecha y de
la izquierda.
Las nuevas tecnologías
como realidad cotidiana
Las
tecnologías son una realidad inmediata cuya presencia es total: en el tiempo
libre ( otium ) y en el trabajo ( nec - otium ). La
experiencia, la economía, el poder y la cultura han sido transformadas
íntimamente por las nuevas tecnologías de la información y al comunicación
(Castells 1996). La producción cultural, en particular, no puede separarse de
los procesos y productos de las neotecnologías. "Es demasiado evidente
que los confines entre 'vivir la cultura' y 'vivir la técnica' se han vuelto
cada vez menos reconocibles" (Maldonado 2002:282). Hoy hasta la
contracultura es favorable al uso de la técnica, y, en este sentido, se hace
necesario pensar los cambios obligados en los modos de entender la técnica
introducidos por la presencia de las nuevas tecnologías de la información y
la comunicación. Lo primero consiste en acercarse a esa realidad inmediata y
total.
El
análisis de los hogares donde vive la gente arroja una realidad bastante más
contradictoria de la que la teoría puede, en ocasiones, soportar. Es difícil
encontrar un hogar latinoamericano que no tenga, al menos, un televisor y una
radio digital, de donde se podría deducir que proyectos como los de
Negroponte de fabricar y distribuir una computadora de 100 dólares para cada
habitante del Tercer Mundo no parecen tan descabellados (cfr. http://laptop.media.mit.edu).
El
análisis de los objetos tecnológicos como bienes de consumo conducen a
constatar que son ya muchos aparatos técnicos los que han superado o se
acercan mucho al 80 por ciento de penetración en la sociedad. Ya hace un buen
tiempo que son un indicador de nivel socioeconómico y, en muchos casos,
podrían ser considerados bienes de primera necesidad.
Las
nuevas tecnologías constituyen una realidad inmediata tanto por su presencia
física como por sus efectos en la vida cotidiana. Aún no contando con la
posesión de los aparatos su presencia se ve y experimenta en la vida
cotidiana a través de las administraciones públicas, los productos culturales
(películas, publicidades, juguetes, ropa, etc.), los comercios (tarjetas de
compras, débito, crédito, etc.), y mucho más. Todos los ámbitos de la vida
cotidiana de un habitante urbano testifican la presencia de los artefactos
neotecnológicos.
La
experiencia de su omnipresencia está mediada por el conjunto de creencias y
esperanzas formuladas por el marketing (en un sentido muy general del
término) de los productos tecnológicos. De esta manera, la experiencia
cotidiana esta mediatizada por historias, imágenes, comentarios, símbolos,
etc, que constituyen las fantasías, creencias y expectativas dentro de las
cuales tiene lugar esa experiencia. De ello deriva que los sentidos y
significados vehiculizados por el uso y apropiación de los aparatos supera
con creces la supuesta experiencia directa de los usuarios y consumidores de
los artefactos.
En
otras palabras, la experiencia de las tecnologías en la realidad cotidiana se
desarrolla dentro del sistema social del cual las tecnologías son inseparables;
por lo cual, sostener la omnipresencia de las nuevas tecnologías de la
información y la comunicación es, a la vez, una constatación empírica y una
afirmación del modo de ser de la sociedad actual.
Resumiendo
:
En
primer lugar, es muy difícil determinar la actitud que se debe tomar ante la
adopción e introducción de los aparatos y servicios neotecnológicos, sobre
todo cuando, por ejemplo, las experiencias educativas y la manifestación
política se muestran reveladoras de efectos positivos y creativos. Lo
que sin duda aparece como una necesidad es superar la vieja antinomia entre
optimistas y pesimistas que esconde más de lo que brinda como posibilidad de
pensar.
En
segundo lugar, hay que destacar que la presencia de las tecnologías es total:
lo abarca casi todo y a casi todos. Esta presencia está dada por los aparatos
pero también y, sobre todo, por una serie de discursos que le da sentido a
sus usos y llevan a pensar en la sociedad de la que son su testimonio. Desde
la perspectiva de este análisis lo que hay que entender es el sistema
sociotecnológico del que participa.
Las
tecnologías: instrumentos neutros y factor determinante
Lo que
se pueda decir de las nuevas tecnologías tiene su antecedente inmediato y
obligado en las reflexiones sobre la técnica moderna. Desde sus primeras
interpretaciones, está claro que cualquier lectura del fenómeno técnico
implica una comprensión de su significación social y cultural. Para los
pensadores de la técnica (entre ellos: Marx 1995, Mumford 1998, Heidegger 1984,
Ortega y Gasset 1997, Ellul 1960) es absurdo proponer la pura
instrumentalidad como característica principal de los aparatos técnicos. Como
sostiene Mumford la técnica hace referencia al "complejo tecnológico y
social" o "máquina social" (Mumford 1998:128-129), donde se
dan las condiciones para la creación de aparatos que moldean unos tipos de
hombres y sociedades específicas en cada época. Las significaciones que la
técnica pueda tener sólo pueden ser entendidas en el contexto del complejo
social o "todo social".
Ciertamente
las técnicas pueden nacer de la invención solitaria, grupal o en una gran
empresa. Muchos de los discursos biográficos sitúan ese
"nacimiento" refiriéndose a un mítico garaje donde Bill Gates y
muchos otros inventores y empresarios dieron origen a sus tecnologías. Ellos,
como muchos grupos musicales contemporáneos, hacen de la "cueva
originaria" el espacio propio de la genialidad y de la invención. Más
allá de la hagiografía mercadotécnica ninguna de las tecnologías puede ser
producida ni circular, ni ser apropiada y usada, sino es por su
"invención social".
La
contracara de la del discurso "del solitario genio en su cueva
originaria" es la presentación publicitaria de las tecnologías como
"respuesta a las necesidades". Los aparatos tecnológicos se
presentan a través de discursos legitimadores (de los tecnócratas y agentes
de marketing), de tal manera que aparecen como "determinados" por
unas "necesidades" sociales o individuales preexistentes.
Este pensamiento
invoca la neutralidad de los aparatos respecto de los fines de su utilización
y de los efectos de sus usos; una supuesta neutralidad que desde el sentido
común se considera como un "dato de la realidad" de los propios
aparatos. Esta es la misma neutralidad a la que se refieren múltiples
propuestas políticas y sociales para justificar su existencia. Así se gesta
el "sentido común" que hace de las tecnologías un
instrumento neutro del hacer humano, que dependiendo de los fines de sus
usuarios deviene bueno o malo.
Las
tecnologías se presentan, entonces, por un lado, útiles y necesarias
(solucionan problemas preexistentes) y, por otro lado, como instrumentos
neutros. Pero, sobre todo, se las promociona como factor esencial del
progreso y avance que conduce al futuro. Para decirlo de otra manera: las
tecnologías son, a la vez, instrumentos neutros y factor determinante de
progreso. Esta contradicción es una de las claves fundamentales para su
comprensión como fenómeno social.
Las
tecnologías en tanto fenómeno social muestran su falta de objetivo de
utilización ("el bien o el mal") en medio de su fin político (lo
referido a la polis ): la transformación del mundo social y cultural.
Sobre este tema debemos hacer una referencia a la "escuela crítica"
o "escuela de Frankfurt".
Las
tecnologías: ideología y dominación social
La
tecnología transforma el mundo y por ello se la ha pensado desde la
dominación social concibiéndola como ideología. Para Herbert Marcuse, la
técnica no es sólo "fuerza productiva" sino, sobre todo,
"ideología". Lo nuevo de la tecnología es su función legitimadora
de un orden social particular: "la razón tecnológica se ha hecho razón
política" (Marcuse 1999: 27). Con ello "las relaciones de producción
existentes se presentan como la forma de organización técnicamente
necesaria de una sociedad racionalizada" (Habermas 1989: 56). En
palabras del propio Marcase:
Hoy, la
dominación se perpetúa y se difunde no sólo por medio de la tecnología sino como
tecnología, y la última provee la gran legitimación del poder político en
expansión, que absorbe todas las esferas de la cultura. (Marcuse 1999:186).
En el
análisis de Marcuse el progreso técnico es un sistema de dominación y
coordinación que hace que la sociedad contemporánea sea capaz de contener y
aquietar el cambio social creando formas de vida que parecen reconciliar las
fuerzas que se oponen al sistema (movimientos antiglobalización entre los más
nuevos) y derrotar o refutar toda protesta en nombre de las posibilidades de
liberarse del esfuerzo y mejorar el nivel de vida.
De esta
manera, las formas predominantes del control social son tecnológicas. Hasta
el espacio privado ha sido invadido por la realidad tecnológica: la gente se
reconoce en sus mercancías; encuentra su pasión y su felicidad en su
automóvil, en sus aparatos informáticos, musicales y de video, en sus equipos
para la cocina. Para Marcuse lo que ha cambiado es "el mecanismo que une
el individuo a su sociedad" porque "el control social se ha
incrustado en las nuevas necesidades que ha producido" (cfr. Marcuse
1999: 39).
Adorno
y Horkheimer, antes que Marcuse, habían sostenido que "la racionalidad
técnica es [...] la racionalidad del dominio mismo" (Horkheimer, Adorno
1998: 166). La técnica constituye la esencia del saber como dominio sobre los
objetos naturales. En la "razón instrumental" se muestra claramente
el afán del hombre de dominar la naturaleza: "lo que los hombres quieren
aprender de la naturaleza es servirse de ella para dominarla por completo, a
ella y a los hombres" (Horkheimer, Adorno 1998:60).
Jürgen
Habermas analiza la situación de la tecnología en relación a la sociedad
contemporánea desde otra perspectiva. Sostiene que en la lucha por asegurarse
los medios para la existencia material los hombres dependen del acuerdo
comunicativo previo. Para él la comunicación humana es un requisito tan
fundamental como la apropiación de la naturaleza. Por ello distingue entre
"trabajo" (que implica una racionalidad medios - fines) e
"interacción" (con su propia racionalidad llamada
"comunicativa") (Habermas 1989: 53-112). Esta distinción implica
que en la sociedad hay dos tipos de racionalidad diferentes y hasta
contradictorias.
En el
mundo moderno la racionalidad comunicativa se ve enfrentada a la racionalidad
de fines - medios con lo cual las anteriores formas de legitimación resultan
insuficiente. Frente a las antiguas ideologías que justificaban un orden
social moderno, surgen las "criticas a las ideologías" como una
justificación pretendidamente científica del orden social contemporáneo.
Habermas
considera que esta situación debe ser contextualizada además, en dos
tendencias de los países capitalistas: la del "incremento de la
actividad intervencionista del Estado", para asegurar el equilibrio y
estabilidad del sistema; y, la de la "creciente interdependencia de
investigación, ciencia y técnica, que convierte a las ciencias en la primera
fuerza productiva" (Habermas 1989: 81).
En la
nueva sociedad surgida de esta situación, el crecimiento de las fuerzas
productivas ya no representa necesariamente un potencial de consecuencias
emancipatorias, dado que la primera fuerza productiva es, ahora, el progreso
científico-técnico que "se convierte él mismo en fundamento de
legitimación. [Pero] esta nueva forma de legitimación ha perdido, sin
embargo, la vieja forma de ideología " (Habermas 1989: 96)
convirtiendo en fetiche a la ciencia y despolitizando a la sociedad.
Resumiendo
: la
tecnología constituye el elemento clave en al interpretación de la sociedad
contemporánea. Por un lado, se la presenta como un instrumento neutro y, a la
vez, como factor determinante de innovación y evolución social. Con ello se
deja claro que su presencia constituye un agente muy poderoso que todo lo
transforma. Por lo tanto, (1) no se puede ser indiferente frente a ella, y
(2) su uso obliga a reflexionar sobre lo que se genera. Desde otra
perspectiva -Adorno, Horkheimer, Marcuse, Haberlas- la tecnología
aparece como ideología, es decir, como un modo supuestamente no político
("supuestamente", por ello, ideológico) de legitimar el orden
social actual.
En
otras palabras, la tecnología es un fenómeno específicamente moderno y
contemporáneo que difiere, en su sentido y función social, de toda otra
técnica anterior. En cuanto a su sentido , porque la técnica moderna
es, ante todo, una técnica inscrita en la racionalidad de dominio y control
que convierte, a la naturaleza y al hombre, en útiles para su funcionamiento.
En cuanto a su función social la tecnología se convierte en una pieza
clave de la dominación social en las sociedades modernas. Según ella el
pensar técnico (aplicado a la política, a la economía, a la vida profesional,
etc.) constituye un modo no ideológico del pensar.
El
consumo de los individuos, el sentido de la sociedad
Cuando
se miran y leen los discursos publicitarios, periodísticos, políticos y
muchos de los educativos, las nuevas tecnologías aparecen como una promesa
cumplida y un advenimiento glorioso. Frases como "el futuro ya está
aquí"; "las nuevas tecnologías (Internet, un modelo nuevo de PC,
etc. ya llegan" conducen a pensar que al consumidor sólo le cabe la fe y
la confianza (cfr. Cabrera 2006:151-208). La mayoría de los proyectos
políticos educativos están llenos de este tipo de fe por lo que proponen como
una de sus primeras medidas comprar aparatos y servicios para que "todos
tengan" y para que "todos puedan acceder". Ni amenaza, ni
riesgo sino aceptación ciega.
Como
consecuencia y complemento de esta actitud las nuevas tecnologías se adaptan
al usuario haciendo fácil y asequible los productos tecnológicos y sus usos.
El diseño de los productos y servicios es un buen testimonio de ello: las
formas y colores utilizados, las interfaces gráficas, la posibilidad de
personalización, etc., todo está preparado para que la sensación de
simplicidad de uso se encuentre con la experiencia de efectividad de los
resultados.
De
todas las consecuencias, la principal es la posibilidad de libertad de
movimiento estando conectados a las redes. La primera potencia, el primer
poder, que las tecnologías dan al usuario es la continua movilidad y
la conexión permanente. Las nuevas tecnologías tienen un doble rostro
que se realiza en el usuario: Permiten el ejercicio de la libertad humana y
dan poder a quien las utiliza. Las nuevas tecnologías prometen -a través de
los discursos publicitarios- y cumplen: se puede hablar por teléfono desde
cualquier lugar, sin utilizar manos, enviando fotos, filmando, etc., se puede
conectar la computadora e intercambiar información sobre cualquier tema en
cualquier parte del mundo, se puede conversar mirando al interlocutor...
"Las posibilidades son infinitas", realizables, sobre todo, reales.
Ellas realizan lo que el usuario quiere, y el usuario quiere lo que pueden
solucionar las tecnologías .
Si se
tiene una computadora para escribir, se quiere escuchar música, y ver fotos,
y conectarse a Internet, "bajar" películas... Entonces se necesita
un modelo mejor, pantalla más grande, más potencia, más bonito... y
altavoces, un micrófono, una impresora, un escáner... Un aparato tecnológico
es la puerta abierta al sistema técnico total al que remite, esto es, al
conjunto de habilidades manuales, visuales, auditivas, a una modalidad del
lenguaje y el vocabulario, a nuevos modos de trabajar, pensar e imaginar y a
nuevas relaciones sociales, con la naturaleza, con el tiempo y el espacio.
Por ello Rheingold advierte "lo que nos preocupa no es sólo cómo
utilizamos la tecnología, sino también el tipo de personas en que nos
convertimos cuando la utilizamos" (Rheingold 2004: 210).
Entre
la facilidad de sus usos, por un lado, y el "don" de la
omnipotencia, por el otro, se juega el sistema social que sostiene a las
nuevas tecnologías. Por ello hay que tomarse en serio algunos de los
principios y estrategias del marketing. El marketing en la actual sociedad
constituye un conjunto de estrategias de creación y colonización de la
imaginación individual y colectiva, como en la sociedad medieval lo fue
la propaganda política y religiosa . Y en este sentido, las nuevas
tecnologías son el contenido de una promesa, un advenimiento y un destino.
Cuando la dimensión de las palabras confunden unos hechos (aparatos) con
otros de mayor trascendencia (sistema social y técnico) pasando los atributos
de uno a otro, se tiene la base de una creencia irrefutable, se está ante la
magia.
En la
encrucijada entre el presente de la acción del aparato técnico, y el futuro
anunciado por los discursos hace falta la presencia de un beneficiario
agradecido y un esperanzado creyente. Cuando la eficacia inmediata de los
aparatos neotecnológicos aparece como incuestionable, la espera en las
promesas entraña una esperanza garantizada. Espera y esperanza se confunden
en torno a los aparatos técnicos y la espera del aparato prometido posibilita
la esperanza en la tecnosociedad que lo genera. Si lo que se promete
es el aparato, lo que se genera es la tecnología como hecho social total. El
discurso se refiere al artefacto; sus sentidos, a la sociedad.
El
funcionamiento imaginario de las nuevas tecnologías no podría ser comprendido
adecuadamente sin esta consideración. Entre la eficacia experimentada y la
promesa anunciada se desarrollan las significaciones imaginarias sociales,
relacionadas con las nuevas tecnologías como reglas de funcionamiento y
condiciones de posibilidad. Así, se ponen en juego dos niveles de
significaciones imaginarias: la eficacia experimentada personalmente (nivel
de los individuos) y las promesas anunciadas socialmente (nivel de la
sociedad). En este punto debe comenzar una educación que utilice nuevas
tecnologías.
Sociedad
de la información, sociedad del riesgo
La
centralidad de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación en
la actualidad le da nombre a la sociedad que por ello se denomina "de la
información". Esta tiene una historia (Cfr. Castells 2001 y Mattelart
2002) que puede ser contada de muchas formas pero que comienza con la
investigación científica aplicada y las tecnologías marcadas por la
experiencia de la Guerra Mundial. Los caminos que llegaron a concretarse en
chips, computadoras, Internet, etc. fueron bosquejados en el contexto
posbélico cuando las industrias se acomodaron a la guerra fría transformadas
por la emergente economía de mercado.
Este
proceso es conocido en filosofía de la ciencia como "la revolución
tecnocientífica" (Echeverría 2003). Su comienzo, básicamente en EEUU,
coincide con la Segunda Guerra Mundial y se suele denominar "Gran
Ciencia" o "Megalociencia" (Wiener 1995:109-144). Sus rasgos
distintivos, según Echeverría, son: la financiación gubernamental, la
integración entre científicos y tecnólogos, el "contrato social de la
ciencia", la macrociencia industrializada y militarizada, la política
científica, el trabajo en grandes equipos (Echeverría 2003: 24-36).
Después
de esta etapa inicial, aproximadamente de 1940 a 1965, prosigue un
estancamiento entre 1966 y 1976 cuando "los efectos de la crisis de la
megaciencia militarizada fueron muy reales en EEUU" por la irrupción de
nuevos sistemas de valores sociales, ecológicos y jurídicos (Echeverría 2003:
88 y ss).
Finalmente,
en las últimas décadas surgió la tecnociencia propiamente dicha impulsada por
algunas grandes empresas y centrada en el desarrollo de las nuevas
tecnologías. Entre sus características se destacan: el debilitamiento
progresivo de la frontera entre la ciencia y la tecnología, la primacía de la
financiación privada, el establecimiento de investigación en redes, la
militarización parcial, el nuevo contrato social orientado a la innovación
tecnológica y la pluralidad de agentes tecnocientíficos (Echeverría 2003:
61-82). En este contexto, en la disciplina sociológica toma cuerpo la noción
de riesgo , la que adquiere una gran importancia en relación al tema
de las nuevas tecnologías.
El
riesgo es una consecuencia de la imprevisibilidad de la acción humana. Cuando
se toma una decisión o se hace algo, el riesgo aparece como uno de sus
aspectos. Como afirma Luhmann:
Los
riesgos conciernen a daños posibles, pero aún no establecidos, más bien improbables,
que resultan de una decisión, es decir, que pueden ser producidos por ella, y
que no se producirían en caso de tomar otra decisión. Así pues, sólo se habla
de riesgos cuando y si se atribuyen consecuencias a las decisiones. (Luhmann
1997:133)
El
riesgo es una anticipación de daños y peligros posibles. En su base está la
"contingencia", es decir, todo lo que no es ni necesario ni
imposible ( Luhmann 1997: 87-91). La contingencia posibilita que en la vida
social se produzca una multiplicación de opciones sin fin y por lo tanto una
expansión correlativa de los riesgos (Beriain 2000:83). La actual sociedad ha
propagado el riesgo como ninguna otra porque como ninguna de las precedentes,
ha multiplicado las opciones. Por ello, Beck la denomina sociedad del riesgo,
y la caracteriza "esencialmente por una carencia : la
imposibilidad de prever externamente las situaciones de peligro"
(Beck 1986:237).
El
paradigma de "sociedad del riesgo" se basa en la respuesta a
la siguiente pregunta:
Cómo se
pueden evitar, minimizar, dramatizar, canalizar los riesgos y peligros que se
han producido sistemáticamente en el proceso avanzado de modernización y
limitarlos y repartirlos allí donde hayan visto la luz del mundo en la figura
de "efectos secundarios latentes" de tal modo que ni obstaculicen
el proceso de modernización ni sobrepasen los límites de lo
"soportable" (ecológica, médica, psicológica, socialmente)? (
Luhmann 1997: 26)
El
riesgo alude así a las consecuencias del desarrollo técnico y económico
donde:
[...]
la ciencia se ha convertido en ( con ) causa, instrumento de
definición y fuente de solución de riesgos . El desarrollo
científico y técnico se hace contradictorio por el intercambio de
riesgos, por él mismo coproducidos y codefinidos, y su crítica pública y
social. ( Luhmann 1997: 203)
La
sociedad del riesgo es una época, a la vez, dependiente y crítica, de la
ciencia y la técnica; por ello las fuentes del peligro no están en la
ignorancia sino en el saber. Un saber y una conciencia de que la ciencia y la
tecnología tienen y tendrán consecuencias que ni se conocen ni se nombran. El
progreso tecnológico ha sido aceptado como algo normal, como algo que esta
ahí enfrente y que podemos disfrutar. A ese saber le es consustancial una
ignorancia acerca de sus posibles efectos no previstos y consecuencias no
deseadas.
El
potencial de transformación y, por lo tanto, de causar daños del desarrollo
técnico lo convierte en un ámbito político pero, por otra parte, las
decisiones se toman urgidas por las innovaciones y las nuevas posibilidades
tecnológicas. A semejanza de la afirmación popular "el espectáculo debe
continuar", las decisiones se fundamentan en la necesidad, imperiosa y
no probada, del avance. Ulrich Beck lo explica muy claramente. Citaré
extensamente:
[...]
se dan sin voz y de forma anónima. [...] El desconocimiento de las
consecuencias y la ausencia de responsabilidad forman parte del programa de
desarrollo de la ciencia. [...] Lo que no vemos ni queremos
siempre cambia el mundo clara y amenazadoramente. Los políticos han de
soportar que se les diga hacia dónde conduce una vía que no es consciente ni
planificada, y se lo dicen precisamente quienes tampoco lo saben y cuyos
intereses corresponden también a lo que es alcanzable. Se ven
obligados, ante los electores, a dirigir el viaje hacia el lugar desconocido
con el gesto aprendido de la confianza en el progreso, como si fuera su
propio mérito, pero asimismo utilizando un único argumento, a saber, que
precisamente ya de entrada no existe ninguna otra alternativa . El
carácter forzoso y la ausencia de decisión del "progreso" técnico
no se cuestiona, lo cual completa su (no) legitimación democrática. (Beck
1986: 241)
El
hacer y las decisiones en la sociedad del riesgo se fundamentan en la
irracionalidad como racionalidad: aceptación de unos fines sin que nadie los
haya propuesto (el progreso tecnológico), la acción realizada sin previsión
de riesgos, las acciones que tienen consecuencias para toda una sociedad son
tomadas por un pequeño grupo de gente con intereses comerciales, entre otros.
Dentro
de este diagnóstico, las nuevas tecnologías deben ser interpretadas como
riesgo -consideradas desde su pertenencia al sistema económico productivo- y
como el rostro optimista de una sociedad mejor -vista desde las estrategias
de mercado y consumo-.
Resumiendo
: El
funcionamiento social de las nuevas tecnologías de la información y la
comunicación no podría ser comprendido adecuadamente sin considerar la
relación entre una eficacia experimentada individualmente y una promesa
anunciada socialmente. La particular manera de existencia de las nuevas
tecnologías actuales están posibilitadas por el juego de dos niveles de
significaciones imaginarias: la eficacia experimentada personalmente y
las promesas anunciadas socialmente .
En
segundo lugar, se considera que la sociedad que ha posibilitado la creación
de las nuevas tecnologías se llama con toda justicia "sociedad del
riesgo" por la expansión sin escala de las oportunidades y contingencia;
y por la "delegación" al mercado de las grandes cuestiones
políticas planteadas por el sistema sociotecnológico. Como firma Beck
"lo que no vemos ni queremos siempre cambia el mundo clara y
amenazadoramente" pero, sin embargo, la creencia en "el progreso
tecnológico" permanece incuestionable como el único argumento de este
viaje obligatorio a un territorio desconocido.
"El
rumbo no es el destino" (L. Mumford)
Comenzábamos
este artículo planteando la necesidad de aceptar el reto de pensar la
sociedad tecnológica que se instituye en y a través de la educación. Es
decir, de pensar las nuevas tecnologías y las prácticas educativas como parte
de procesos de institución de la sociedad contemporánea como sociedad de la
información. Hasta aquí hemos realizado un recorrido que abre un espacio
multidisciplinar para pensar estos problemas en medio de las prácticas
educativas. Considero que una educación que utilice nuevas tecnologías y que
enseñe a usarlas debe tener presente estos problemas como una cuestión
ineludible.
En
otras palabras, en la educación todo sentido instrumental de la tecnologías
(uso de los aparatos y servicios por parte de los individuos) debe ser
interpretado en el contexto del sistema sociotécnico (sociedad del riesgo).
Las tecnologías vividas por los usuarios son tratadas de manera muy simplista
e ingenua como si de una duplicidad instrumental se tratara; sin embargo, las
nuevas tecnologías distan mucho de asemejarse a un cuchillo que puede servir
para matar o para comer dependiendo de su uso. Lo que se defiende aquí es que
las nuevas tecnologías constituyen un fenómeno técnico, social y cultural
complejo. Por eso, tal vez la categoría adecuada para su interpretación sea
la de riesgo propuesta por Beck y comentada anteriormente o también la
de ambivalencia propuesta por Zygmunt Bauman en su interpretación de
la modernidad (Bauman 2005).
La
ambivalencia, para Bauman, es la posibilidad de referir un objeto o suceso a
más de una categoría:
Es un
fracaso de la función denotativa (separadora) que el lenguaje debiera desempeñar.
El síntoma principal es el malestar profundo que sentimos al no ser capaces
de interpretar correctamente alguna situación ni de elegir entre acciones
alternativas. (Bauman 2005: 19).
La
ambivalencia (Bauman) y el riesgo (Beck) parecen ser categorías adecuadas
para pensar las nuevas tecnologías desde la compleja realidad tecnológica. Se
sabe que no se sabe:
La
repercusión cognitiva y social de las tecnologías generalizadas es, en gran
parte, desconocida, el potencial de los efectos secundarios negativos parece
elevado y la posibilidad de conductas emergentes inesperadas es casi segura.
(Rheingold 2004: 231).
Cuando,
en la enseñanza o en la manifestación contestataria, utilizan las nuevas
tecnologías de la información y la comunicación como recursos no se debe
olvidar que la acción educativa y la acción política tienen como objetivo
común la autonomía de los individuos para la instauración de la autonomía de
la sociedad. En estas acciones el principio práctico es: "deviene
autónomo y contribuye en todo lo que puedas al devenir autónomo de los
demás" (Castoriadis 1997:87); donde autonomía implica la posibilidad de
establecer relaciones diferentes entre el presente y el pasado para escapar
de la servidumbre de las repeticiones. Dicho de otra manera, la autonomía
busca instaurar relaciones diferentes entre el pasado, las condiciones en que
se vive y el propio sujeto. La educación que tiene como objetivo la autonomía
fomenta la actitud reflexiva y deliberante ya que "hay que poder
imaginar algo distinto a lo que está para poder querer, y hay que querer algo
distinto a lo que está para liberar la imaginación" (Castoriadis
1998:141).
Cualquier
uso de las tecnologías por parte de la educación y la acción política supone
una pregunta anterior y decisiva: ¿por qué y para qué usarlas? Como dijimos,
la respuesta comienza cuando reflexionamos sobre las relaciones entre el
aparato en uso y el sistema sociotécnico al que pertenece. Esas relaciones
tienen coherencias y causalidades, pero también contingencias y ambivalencias.
Educar en las nuevas tecnologías es tomar distancia, separar los aparatos del
sistema del que son parte y volverlos a insertar en nuevos objetivos y fines.
Todo esto como un intento de sacarlos del cauce del poder que destina a la
sociedad destinando el uso del aparato. Discusiones como el software libre o
la brecha digital, por ejemplo, no son secundarias a condición de ubicarlas
en el marco de un proyecto de autonomía. Pensar en esta posibilidad
constituye una condición necesaria para el uso de las tecnologías en
actividades políticas o educativas. De lo contrario se confunde el rumbo con
el destino y se esta dispuesto a vivir el derrotero como una derrota.
Las
nociones de ambivalencia, contingencia y riesgo utilizadas por la sociología
destacan algunas de las características con la que se piensa la sociedad
actual. Las nuevas tecnologías son "hijas" de la sociedad donde ni
la mayor concentración de poder -estatal o económico- puede prever todas las
consecuencias de sus decisiones y acciones. Esta falta de previsión
constituye la esencia de la acción humana porque "el hecho de que el
hombre sea capaza de acción significa que cabe esperar de él lo inesperado,
que es capaz de realizar lo que es infinitamente improbable" (H. Arendt
1996:202). Desde la tragedia griega, por lo menos, se reflexiona sobre la
lucha contra un destino desconocido que, sin embargo, se cree conocer. Esa
lucha contra el destino lleva a su inexorable cumplimiento. En la acción se
conoce el oráculo cumpliéndolo. Antes de la acción, el oráculo es ambiguo e
incierto. No sabemos lo que no sabemos pero debemos actuar. Sólo entonces se
revela lo que no sabíamos. Debemos actuar pero no de cualquier manera sino
responsablemente porque la reflexión y la deliberación constituyen un momento
primero de la acción (Castoriadis 2006: 306). La acción responsable es la que
viene después de una elucidación lo más lúcida posible y la educación es eso:
elucidación y posibilidad.
Notas
1 El presente texto es una
reformulación del publicado con el título "No sabemos lo que no sabemos
pero debemos actuar" en ¿Recursos virtuales para problemas reales?
Experiencias y reflexiones en torno a la incorporación de las tecnologías de
la información y la comunicación en los procesos de enseñanza aprendizaje
Editorial Brujas, Córdoba, Argentina, 2007 pp. 95-110
Referencias:
ARENDT,
H. (1996) La Condición Humana , Paidós, Barcelona
BAUMAN,
Zygmunt (2005) Modernidad y ambivalencia , Anthropos, Barcelona.
BECK,
Ulrich (1986) La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad ,
Paidós, Barcelona.
BERIAIN,
Josetxo (2000) La lucha de los dioses en la modernidad. Del monoteísmo
religioso al politeísmo cultural , Anthropos, Barcelona.
CABRERA,
Daniel H. (2006) Lo tecnológico y lo imaginario. Las nuevas tecnologías
como creencias y esperanzas colectivas , Biblos, Buenos Aires.
CASTELLS,
Manuel (1996) La era de la información , (3 tomos), Alianza, Madrid.
CASTELLS,
Manuel (2001) La galaxia Internet. Reflexiones sobre Internet, empresa y
sociedad , Areté - Plaza y Janés, Madrid.
CASTORIADIS,
Cornelius (1987) El mundo fragmentado . Caronte Ensayos, Montevideo.
CASTORIADIS,
Cornelius (1998) El psicoanálisis, proyecto y elucidación , Nueva
Visión, Buenos Aires.
CASTORIADIS,
Cornelius (2003-2004) "Técnica" en Artefacto. Pensamientos sobre
la técnica 5, Buenos Aires, verano, pp. 50-66.
CASTORIADIS,
Cornelius (2006) Una sociedad a la deriva , Katz, Buenos Aires.
ECHEVERRÍA,
Javier (2003) La revolución tecnocientífica , Fondo de Cultura
Económica, Madrid.
ELLUL,
Jacques (1960) El siglo XX y la técnica. Análisis de las conquistas y
peligros de la técnica de nuestro tiempo , Labor, Barcelona.
HABERMAS,
Jürgen (1989) Ciencia y técnica como ideología , Tecnos, Madrid.
HEIDEGGER,
Martín (1984) "La pregunta por la técnica" en Heidegger, M. Ciencia
y Técnica , Editorial Universitaria, Santiago de Chile.
HORKHEIMER,
Max; ADORNO, Theodor (1998) Dialéctica de la ilustración. Fragmentos
filosóficos , Trotta, Valladolid.
LÚCAKS,
Georg (1985) Historia y conciencia de clase , Sarpe, Madrid, 2 vol.
LUHMANN,
Niklas (1987) Observaciones de la modernidad. Racionalidad y contingencia
en la sociedad moderna , Paidós, Barcelona.
MALDONADO,
Tomás (comp.) (2002) Técnica y cultura. El debate alemán entre Bismarck y
Weimar , Infinito, Buenos Aires.
MARCUSE,
Herbert (1999) El hombre unidimensional , Ariel, Barcelona.
MARX,
Karl (1995) "Manuscritos: Economía y Filosofía" Alianza
Editorial, Madrid.
MATTELART,
Armand (2002) Historia de la sociedad de la información , Paidós,
Barcelona.
MUMFORD,
Lewis (1998) Técnica y Civilización , Alianza, Madrid.
ORTEGA
Y GASSET, José (1997) Meditación de la técnica , Santillana, Madrid.
PISCITELLI,
Alejandro (2005) Internet, La imprenta del siglo XXI , Gedisa,
Barcelona.
RHEINGOLD,
Howard, (2004) Multitudes inteligentes. La próxima revolución social ,
Gedisa, Barcelona.
VOLPI,
Franco (1999) "Rehabilitación de la filosofía práctica y
neoaristotelismo" en Anuario Filosófico , Vol XXXII/1,
Universidad de Navarra, Pamplona, pp. 315 - 342.
WIENER,
Norbert (1995) Inventar. Sobre la gestión y cultivo de las ideas ,
Tusquets, Barcelona.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario